Un texto escrito por Gabriel Rodriguez Olivera

La situación política en Bolivia se encuentra en un estado de descomposición acelerada, influenciada no solo por las divisiones internas, sino también por la intervención extranjera directa. Mientras los seguidores de Evo Morales, a quienes algunos denomino como «evólatras», contribuyen significativamente a la fragmentación de la izquierda boliviana, Estados Unidos ha iniciado una campaña de rearticulación en nuestro país, buscando impulsar nuevos actores de derecha.

La llegada de Debra Hevia a Bolivia no es una casualidad. Desde su participación en los intentos de separatismo en 2008 hasta su influencia en la convulsión social en Ecuador que llevó a Daniel Noboa al poder, Hevia ha demostrado ser una figura clave en la estrategia de Estados Unidos hacia Bolivia. Los objetivos son claros: reconfigurar el escenario político a favor de intereses norteamericanos con la llegada de un gobierno títere de derecha.

Por otro lado, Evo y su círculo rojo ha informado de dientes para afuera que su estrategia será destruir al gobierno de arce para luego gobernar desde las cenizas, una acción además de contraproducente es totalmente carente de lógica. En realidad, están facilitando el camino para que la derecha asuma el control, lo que podría llevar a una verdadera persecución de figuras de izquierda, independientemente de sus alineaciones políticas. La aparente tregua y alianza entre Evo Morales y los norteamericanos, reflejada en ataques conjuntos contra el gobierno junto a partidos de derecha y ultraderecha como Comunidad Ciudadana o Creemos, es muy llamativa.

Las maniobras desestabilizadoras de Evo Morales y su entorno no hacen más que entregar los recursos del país, como el litio, al Comando Sur de EE.UU., probablemente a precios aún más bajos que los negociados por figuras como Javier Milei en Argentina. Recientemente, la embajada estadounidense organizó una charla en la Universidad Mayor de San Andrés con Abby Finkenauer, excongresista de Iowa y figura destacada del gobierno de Biden, apuntando a influenciar a la juventud boliviana y potencialmente incitar a nuevas revueltas en nuestro país.

Llama la atención que ni Evo Morales ni su círculo cercano hayan denunciado la presencia de Finkenauer en Bolivia, esta es la clara señal de complicidad con las estrategias desestabilizadoras que favorecen a la derecha. Esta serie de eventos nos obliga a cuestionar profundamente la agenda que la derecha, en conjunto con sectores del evismo, están trazando para este año, anticipando un octubre de 2024 lleno de conflictos y repercusiones significativas.

Estos son momentos en que debemos analizar muy bien las acciones que realiza el evismo y los evólatras en participación con la derecha tradicional boliviana. Dentro de la política no existen las casualidades, el plan operativo que tiene a la cabeza a Debra Hevia demuestra que la derechización de Evo y sus evólatras es un hecho demostrando así el papel contrarevolucionario que genera con el Proceso de Cambio y su necesidad por estas personas por su extinción.