Mundo, 29 de agosto de 2024 – La humanidad está atravesando un cambio demográfico sin precedentes, marcado por una alarmante caída en las tasas de natalidad en todo el mundo. Este fenómeno, que afecta tanto a países desarrollados como en desarrollo, está generando preocupación en la comunidad internacional por sus posibles consecuencias a largo plazo.

En las últimas décadas, la tasa de fecundidad ha caído por debajo del nivel de reemplazo en la mayoría de las naciones, un cambio que se ha acelerado aún más durante la pandemia de COVID-19. Países como India, que recientemente superó a China como la nación más poblada, ya experimentan una tasa de natalidad por debajo del nivel necesario para mantener su población estable.

Esta disminución tiene implicaciones profundas. Con menos nacimientos y un envejecimiento acelerado de la población, países de todo el mundo enfrentan desafíos significativos en sectores como la educación, la vivienda y, especialmente, en el financiamiento de los sistemas de pensiones y atención médica. La menor proporción de jóvenes en la fuerza laboral podría desacelerar el crecimiento económico y poner en riesgo la sostenibilidad de las economías nacionales.

Jesús Fernández-Villaverde, economista de la Universidad de Pennsylvania, advierte que el «invierno demográfico» está llegando, señalando que la tasa de fecundidad global podría haber caído a niveles inesperadamente bajos. Este descenso no es exclusivo de una región; se ha observado en países como China, Estados Unidos, Egipto y Kenia, todos reportando cifras de nacimientos significativamente menores a las proyectadas.

A nivel global, las previsiones de crecimiento poblacional se han revisado a la baja. Según el Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington, la población mundial podría alcanzar su máximo en 2061 con 9.500 millones de personas, para luego comenzar a disminuir. Esta proyección marca un contraste drástico con las expectativas anteriores que anticipaban un crecimiento continuo.

La «segunda transición demográfica,» como la describen algunos expertos, está caracterizada por un cambio cultural hacia el individualismo y la revalorización de la vida sin hijos o con menos hijos. Factores como el costo de la crianza y el deseo de priorizar carreras profesionales y tiempo personal están influyendo en la decisión de muchas parejas de tener menos hijos, si es que deciden tener alguno.

El impacto de esta transición es evidente en diversas áreas, desde el cierre de escuelas y la estagnación del mercado inmobiliario hasta la creciente presión sobre los sistemas de salud y pensiones. Países como Corea del Sur ya enfrentan la posibilidad de que sus fondos de pensiones se agoten en las próximas décadas, un escenario que se repite en otras economías.

En respuesta a esta crisis, algunos gobiernos han implementado políticas para incentivar la natalidad. Japón y Hungría son ejemplos destacados, con programas que incluyen licencias parentales pagadas, subsidios para el cuidado infantil y exenciones fiscales para familias con hijos. En Estados Unidos, aunque la discusión sobre estos temas ha comenzado, el aumento de la tasa de natalidad aún no se ha convertido en un objetivo explícito para muchos legisladores.

A medida que el mundo se enfrenta a esta crisis demográfica, la necesidad de soluciones innovadoras y sostenibles es más urgente que nunca. La forma en que los gobiernos y las sociedades aborden este desafío determinará en gran medida el futuro económico y social de las naciones en las próximas décadas.