Bolivia, 16 de septiembre de 2024 – En una reunión privada celebrada entre altos mandos de las Fuerzas Armadas en abril o mayo, el general Juan José Zúñiga expresó a sus camaradas su ambición de llegar a la presidencia, revelando sus intenciones de no ceder el poder como lo hizo el excomandante William Kaliman en 2019. Según el testimonio del coronel Raúl Barbery, excomandante de la Policía Militar, Zúñiga afirmó: «Yo voy a agarrar y voy a ser Presidente», en un encuentro realizado en la casa del entonces Comandante del Ejército, en La Paz.

Barbery detalló que Zúñiga presentó tres escenarios de posible convulsión social que podrían desestabilizar al país, centrados en la posible inhabilitación de Evo Morales como candidato. Uno de los escenarios más críticos anticipaba un «estrangulamiento del Estado» que podría forzar la renuncia del presidente Luis Arce. Zúñiga, según las declaraciones, fue claro en sus intenciones: «Tenemos que estar en condiciones de asumir el poder».

Otro testigo de la reunión confirmó esta versión, describiendo cómo Zúñiga reunió a sus camaradas en un círculo y, en voz baja, reveló su deseo de llegar a la presidencia. La reunión, que no fue registrada oficialmente, contó con la participación de varios altos mandos militares, quienes llegaron de manera informal, vistiendo chinelas y ropa casual.

El mayor Leonel Sanjinés, jefe de Inteligencia del Ejército y considerado la «mano derecha» de Zúñiga, fue el encargado de desarrollar un análisis prospectivo sobre los escenarios que discutieron. En sus declaraciones, Sanjinés sugirió que Zúñiga buscaba más que una toma de poder militar: su intención era formar un partido político liderado por militares.

Sanjinés también compartió abiertamente en el Estado Mayor y en eventos sociales su ambición de ser el futuro Ministro de Gobierno, según el testimonio del mayor Miguel Iriarte, miembro de la compañía de Inteligencia. «Lo dijo públicamente en la compañía y en actividades sociales», recordó Iriarte. La confianza de Sanjinés con Zúñiga era tal que ingresaba a su despacho sin necesidad de pedir permiso, algo que, según sus compañeros, marcaba su influencia en la estructura del Ejército.

Este relato pone en evidencia las ambiciones políticas que se discutían al interior de las Fuerzas Armadas en un contexto de posible inestabilidad en Bolivia, despertando preocupaciones sobre las aspiraciones de poder de ciertos sectores militares.