En los oscuros pasajes de la vida del cura pederasta Alfonso Pedrajas, conocido como ‘Pica’, emerge la historia de la adopción de una niña llamada Alejandra. Este hecho ocurrió un año antes de la muerte del sacerdote jesuita español y fue fruto del sueño compartido entre Pedrajas y su novio, J.C.
A su regreso de Valencia, España, en mayo de 2008, Pedrajas trajo varios regalos para su amante, incluyendo mosaicos que ambos colocaron en la sala. En sus memorias tituladas «Historia», el sacerdote relata su vida y las decisiones que tomaron juntos.
“Me gusta mucho estar con él, decorar la casa, casi como si fuera mi casa. Ahora, J.C. habla de nuevo de su ilusión de adoptar un niño”, escribe Pedrajas. Aunque el sacerdote dudaba sobre la decisión de su pareja, decidió apoyarlo en el proceso de adopción. La madre de J.C. sugirió que adoptaran una niña, con la esperanza de que esta se apegara más al padre y fomentara un cuidado más cercano.
“Él le dice que no se haga la más pequeña ilusión, que no lo hará, pero que sí quisiera adoptar un hijo”, recuerda Pedrajas. Finalmente, se decidieron por una niña para asegurar que J.C. no quedara solo y evitar la promiscuidad futura, según los pensamientos del cura.
El 24 de mayo de 2008, comenzaron los trámites para la adopción. “Mañana lunes tiene fijada una entrevista con la abogada recomendada por Rosario para recibir más información e iniciar quizás el proceso de adopción”, escribió Pedrajas sobre la cita.
Entre el 24 y 27 de junio de 2008, Pedrajas asistió a la Asamblea de Provincia de la Compañía de Jesús en El Paso, Quillacollo. Durante este tiempo, J.C. avanzó en el proceso de adopción y finalmente adoptó a Alejandrita, una niña campesina de un año y siete meses.
Pedrajas relató sus sentimientos contradictorios en sus memorias. Aunque inicialmente se mostró feliz con la adopción, expresando su deseo de querer y jugar con la niña, también reconoció que sus sentimientos cambiaron. “No son celos lo que siento, creo que J.C. me seguirá queriendo igual, pero cambiará mucho nuestro estilo de vida”, escribió.
Un mes después, en Valencia, Pedrajas reflejó su nostalgia y amor por J.C. y Alejandrita, mencionando que esta última llenaba su corazón con su sonrisa. Sin embargo, también dejó entrever su resignación y repugnancia hacia ciertos aspectos de su relación.
En sus últimas reflexiones, Pedrajas presagiaba su partida y la cercanía de la muerte, encontrando consuelo en los ojos y la sonrisa de Alejandra. “Me pierdo en mi futuro, en el túnel de un sinsentido que se me echa encima: ¡la muerte! Veo a mi niña. Parece que solo ella está presente dándome vida con sus dientecillos y su pícara sonrisa. Esos ojitos coquetos y negros…”.
