Mundo, 20 de marzo de 2025 – María Branyas Morera, quien falleció en agosto de 2024 a los 117 años, fue objeto de un estudio detallado sobre longevidad realizado por investigadores del Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras y la Universidad de Barcelona. El análisis reveló que sus células tenían una edad biológica 17 años menor a su edad cronológica, lo que sugiere una resistencia excepcional al envejecimiento. Su ADN contenía genes asociados con un sistema inmunológico fortalecido y una menor predisposición a enfermedades cardíacas y cáncer.

Uno de los hallazgos más sorprendentes del estudio fue su microbioma intestinal, que presentaba características similares al de un bebé. Esta peculiaridad podría haber jugado un papel clave en su longevidad, ya que se sabe que la flora intestinal influye en la inflamación, la función cognitiva y la salud ósea y muscular. La presencia de una microbiota diversa y equilibrada podría haber contribuido a su estado de salud excepcional hasta el final de su vida.

Además de su genética, Branyas llevó un estilo de vida saludable basado en la dieta mediterránea, incluyendo tres yogures diarios, y evitó el alcohol y el tabaco. Mantenía una vida social activa con su familia, compuesta por tres hijos y más de 20 nietos y bisnietos. Su metabolismo eficiente, con niveles óptimos de colesterol y baja inflamación, le permitió mantenerse físicamente estable y lúcida hasta sus últimos meses.

El estudio sobre su longevidad es considerado el más completo realizado hasta la fecha en un supercentenario y podría proporcionar información clave para el desarrollo de terapias contra enfermedades relacionadas con el envejecimiento. Investigaciones como esta ayudan a entender mejor los factores genéticos y ambientales que permiten a algunas personas vivir de manera saludable durante más de un siglo.

Branyas atribuía su longevidad a la genética, pero también a un estilo de vida basado en la tranquilidad, la conexión con la familia y la ausencia de preocupaciones innecesarias. Su caso demuestra que la longevidad extrema no está necesariamente ligada a un deterioro de la salud y abre nuevas perspectivas sobre el envejecimiento saludable.